Alfaqueque
La voz
“alfaqueque o alfaquí” procede del árabe al-fakkâk que significa
literalmente “redentor de cautivos” y designaba a aquel cuyo oficio era redimir
cautivos y negociar los rescates necesarios para su liberación, obteniendo como
beneficio por esta arriesgada labor un porcentaje del precio del rescate que
oscilaba entre el 10% y el 12% del mismo.
Sus
orígenes se remontan a la Alta Edad Media y están
documentados en Las Siete Partidas del rey Alfonso X El Sabio, aunque
los fueros y cartas pueblas de muchas ciudades castellanas ya mencionaban a
estos personajes en los siglos XI y XII.
Los
alfaqueques actuaban conforme a un código de conducta regulado en las leyes de
la época, que les exigía un buen conocimiento de los idiomas castellano y árabe;
pero también lealtad, fiabilidad, honestidad profesional y recursos económicos
suficientes para evitar sobornos y corruptelas por parte de alguno de los dos
bandos.
Para el cumplimiento de su
oficio el alfaqueque porta una carta de seguro de la ciudad o autoridad del
territorio que visita, la cual le garantiza su viaje de ida y regreso con
cuantos vienes lleve consigo, tanto en metálico como en especie.
Para evitar la sorpresa o confusión se desplazarán por los caminos
reales y no por descampados, exhibiendo un pendón blanco que los identificase -real,
señorial o propio- y haciendo sonar regularmente la trompeta.
Los alfaqueques estaban por
encima de la hostilidad fronteriza y gozaban de algo similar a la inmunidad
diplomática.
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