jueves, 9 de febrero de 2012

EL CURA



..Y el dicho día dieron el dicho asalto, y hallaron a la mayor parte de los moradores de ella en el dicho día oyendo misa. Y oímos que el sacerdote que la decía y celebraba /…/, revestido con la vestidura y ornamento con que celebraba, tomó una espada y, haciendo maravillas de su persona y animando y esforzando a la gente que allí se halló, mató por su persona siete infieles, antes que él muriese.

Pocos son los personajes con identidad histórica propia que participan en nuestras Fiestas del Escudo, como son: El rey moro Abu-l-Hasán, el comendador de la Villa de Cieza Gonzalo Talón, la muda y el cura. Tal vez este último personaje, el cura, es dentro de nuestras fiestas uno de los protagonistas más antiguos, por no decir el más antiguo, ya que antes de que participara cualquiera de los anteriormente mencionados, desde el rey moro al propio Comendador o la muda, ahí estaba el cura dando su misa momentos antes de la invasión.

Este papel lo viene representando “casi” de forma continuada desde los inicios de nuestras Fiestas una persona muy querida entre todos los que formamos parte de ellas, nuestro amigo Bartolo “el Rapao”. De forma “casi continuada” porque tan solo ha faltado un año, aquel 2008 en el que la salud le impidió estar entre nosotros, pero que a buen seguro no volverá a suceder y seguirá, fiesta tras fiesta, acogiendo a su pueblo en la pequeña Ermita y postrando a sus pies al mismísimo Comendador y a su señora durante la homilía (que de buena tinta se que se le hace un poco dura), pero que nadie como él saber llevarla a cabo. Continuará año tras año bajando al puente espada en ristre, aunque los achaques le mermen un poquito las fuerzas, para dar cuenta de los siete infieles que no faltaran a su cita y que como todos los años, nuestro cura, tras una feroz lucha, enviará al otro mundo, para mayor asombro de los espectadores que ven como una persona de “paz” alza una espada y vocifera blasfemias contra los enemigos de su pueblo. Continuará trajinando el camino entre el puente y la Ermita que momentos antes había tomado en dirección contraria para esta vez hacerlo como cautivo, apesadumbrado, como hay que estar en ese momento y que solo él sabe expresar; y terminará, tras una larga marcha, reposando en el frescor del local de su mesnada, junto a su amigo Santi, recobrando fuerzas para afrontar lo que queda de noche y cruzando impresiones sobre como ha salido una año más “La Invasión”, si no le da por recitar uno de esos romances de ciego con los que todos los años sorprende, o intenta pillar a algún ingenuo que caerá en la trampa de sus chistes.

Por todo esto, quisiera terminar este pequeño texto reivindicando el protagonismo que se merece este personaje dentro de nuestras Fiestas y que nadie más que sus amigos y su mesnada reconocen y admiran; sobre todo, porque sabemos lo que ha sido estar un año sin él y lo duro que fueron los momentos en los que se acercaba “La Invasión”, había que entrar a la Ermita y no teníamos un cura; pero lo más importante: porque necesitamos personas como él, carismáticos como él, alegres como él y, sobre todo, amigos como él.

En nombre de la Mesnada Maestre Pedro Fernández, tu amigo Mariano Béjar.

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